sábado, 17 de mayo de 2008

Y ahora tú

Medimos el tiempo con la precisión de la luz. Sábado, se aproxima al Sol una nube con la configuración de tu contorno [casi puro, ligeramente curvilíneo]. Y me extraño. Ni una brizna de aire. El tiempo, precisión de la luz y, sin embargo, todo se me presenta tibiamente claroscuro en tu ausencia. He andado muchos caminos sin conocerte, sin saber que me llevarían hasta ti, pero comprendo ahora tu apariencia de fruto prohibido a mi tacto, ése que me canta y cuenta aterciopeladamente Cesária Évora.
Y ahora tú. Tan a destiempo. Tan imprecisa, descompuesta ante mi edad. Ocupada en otras ansias, aferrada a personas que se me antojan extranjeras. Y ahora tu voz dulce, tu mirada azul detrás de los cristales, verde sin ellos, profunda. Tu carácter de cuarzo, tus decisiones diamantinas en las que yo no me encuentro.
Me refugié en esta pequeña ciudad para acoplarme a la vida, para medir el tiempo con la precisión de la luz, vivir privilegiado por un trabajo noble, para crear y ser creado por las estaciones. Regresé a la lectura, al cine, a la escritura. Me acomodé entre los días con la certeza de que era éste el ámbito que había buscado para el último tercio de mi vida, agotado ya de tener lo que no quería y querer lo que no tenía. En este refugio provinciano acepté la paz, gocé con el sosiego, recuperé la confianza. Pero ahora tú.
No acierto a imaginarme sin ti. Fruto prohibido por la edad.

Para SN, que no será.

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