Escribe de cuanto precise tu afecto, regresado del viaje al cabo del fin del mundo. Regala tus palabras como el río sus torrenteras al desafiante nadador escoltado por las montañas. Alcanza la altura de tu sueño, transmite el signo del placer en los versos que recreas y escucha a Pavarotti, su voz de arena y caracola.
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