Y aquello fue amor. Síncope y colapso. Rostro entre el embozo, piel vigente al tacto, hombro entre unos labios, inmolación del deseo, cilicio ardiente. Una onda de luz recorrió la estancia desde las ventanas vacantes al otoño. Al fin, la última convulsión junto a las formas, el simulacro del orgasmo. ¿Y aquello fue amor?
Cuarenta años después, el sincretismo de la edad dispuso su memoria para recordar el colapso, la noche adolescente con el deseo en el tacto, el jubileo de las formas, el surtidor de palabras y secretos sin medida. “¿Y aquello fue amor?”, se preguntó en voz alta cercano al semáforo y la acera. Detuvo su paso en la calzada, a riesgo de atropello; un niño fijó la vista en su desvelo y pensó: “Mis amigos no me creerán: un cura llorando sentado sobre un paso de cebra”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario