sábado, 17 de mayo de 2008

Oh, mi señora que simulas el sueño

Sábado, enumeración de la ausencia. En el descampado que se divisa tras la ventana, un perro ladra, un gato se eriza, dos niños se encaraman a un altar de escombros. No lejos, ventanas abiertas a la primavera, una mujer se despereza al sol; sin ceremonia, aparenta estar ajena a mis gestos, pero su voluptuosidad delata mi presencia. Fruto prohibido. Sábado, día borroso en el que todo permanece en la carencia, en el que el verbo sucede al nombre cuando recuerdo tu reciente confluencia con mi pulso, proa contra quilla, conquista y reconquista de las formas, los ecos y las voces. Pasó la leve voluntad.
Y entonces, alzado del silencio, consciente, pero a pie forzado, fumo ante la ventana y recito un poema de mis libros: Oh, señora que simulas el sueño / cuando mis dedos buscan las sortijas de tu pubis, / nada puedes contra mi verso, / oh, mi cortesana, / pues ¿quién ha de domeñar a aquél que bien ha amado?

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