Fue la palabra cortesana que anuncia placeres ignorados, la desesperación del tedio, la mujer que llega a puerto y congenia con estibadores y prostitutas, la navegación de los ríos que fluían por las cuencas de su cuerpo, el fruto que, abandonado por la rama, escarchó por las mañanas en mi lecho, caverna del deseo. Y hoy llega el momento de vertebrar mi pasado, la borrachera de nombres que nos legamos [diminutos], inscritos en nuestra historia encuadernada. Y hoy somos vestuario y utillaje, libreto y bambalinas de un espectáculo que representa a diario nuestras contradicciones: “A la leve pasión que nos sorprende, la torpe indiferencia le sucede”.
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