Escribir es tanto como morir: ilimitado.
Comienza la destrucción al tomar la pluma en el mausoleo donde la suntuosidad aprende de la imaginación. Escribir es tan inútil como preciso: soberbia de ser, pues quien desafía al tiempo conforma su salvaguarda con estar.
Escribir es tanto como no dar reposo a la renovada copa de aguardiente que abrasa los ojos con su aroma y fundirla en la garganta como consagración irrenunciable.
Puedes encontrarme cada noche en el mausoleo donde trazo signos que abordan el papel antes de que la pluma los confirme. Escribo porque extraño la vida cuando, con sutileza, me anuncia que ya no me perteneces.
Míos son el dolor y la pasión cuando me destruyo por el ansia de ser en la escritura. A nadie atañen. Amo entonces por todos, me aniquilo por todos. Y soy. De tan inmenso, prescindible.
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