Tras unos días aparcado en el burladero, se asoma entre las sombras. Cobarde, asustado, elige a su víctima. Aquella que ese día esté más desvalida, más sensible, más insegura. Allí, al fondo, la ve, es una cigüeña distraída en sus pensamientos, ocupada por el trabajo de construcción de su nido. Mira a un lado y a otro. El minotauro se siente seguro... y cornea. Primero da un giro rápido de cuello, apenas un rasguño en un muslo inmaculado. Da un paso atrás para observar su obra. Comprueba la fortaleza de su víctima. Ve unos bellos ojos enrojecidos que no pueden esconder la herida abierta... y embiste de nuevo. Una y otra vez. Su víctima es lanzada por los aires, una ofensa tras otras, la femoral casi abierta... y el minotauro decide dejarlo por hoy, no acabar con ella de momento. Pero volverá. Porque los minotauros siempre vuelven.
Del blog http://lascosasquenoimportan.blogspot.com/
2 comentarios:
Los minotauros, como casi todos los animales, sólo se revuelven y atacan cuando se sienten amenazados, mientras tanto dormitan tranquilos, se alimentan tranquilos, ellos y su prole. Los minotauros, como casi todos los animales, son conscientes de su fuerza, de sus limitaciones y -generalmente- no necesitan vigilantes.
No existen los minotauros. No tienen prole. Únicamente existe un minotauro. Uno y en su laberinto. Se alimenta de carne humana, a la que ataca siempre, se sienta o no amenazado. El minotauro no es consciente de sus limitaciones. Nació mitad hombre, mitad bestia y su unicidad le estigmatiza. Le enloquece.
Sí estoy contigo en un aspecto: no necesita vigilantes, pues siempre, siempre está al acecho de la presa. Vigía en los infiernos.
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