domingo, 29 de junio de 2008




Sucede, cuando alcanzas la edad del no retorno, que has de protegerte de los sentimientos que amenazan con desbordar tus límites, de las situaciones al margen que a nada conducen, o quizás únicamente al desconsuelo. Que debes cubrirte y, sin esconder el presente, evitar los momentos de esperanza. Porque la esperanza es imposible.
Aléjate de la fanfarria, nunca más aceptes ser tentado por ella, por los festejos nocturnos que arruinan tu templanza. Protege tu dolor entre sábanas blancas, sueña que no sueñas o, aún más adecuado, sueña que en tu sueño nunca volverá a estar ella, la prohibida, la inalcanzable. Sumerge la imaginación de tu duermevela en paisajes que nunca has conocido, incluso en mujeres que fueron y hoy quizás aún te mencionen [seguramente en calma], no sueñes lo que al despertar recuerdes. Evita ese tormento.
Y cada día, en el trabajo, ocúltate de una palabra, no tientes a tu mirada, porque tu infierno te acecha, el infierno de tu edad y tu figura, contra el que nada puedes. Ten conciencia de todo lo que sucede a tu alrededor y de que aquello que pretendes que ocurra, es imposible.
Has alcanzado la edad del no retorno. En ella te encuentras solo, lo sabes, solo y desamado. No aprendas a vivir con este lastre, sino a erguirte con toda dignidad. Aunque la indiferencia que necesitas y el olvido al que habrías de llegar sean hoy tan inciertos como el tiempo que te resta hasta la marcha.

Fotografía
Con Margarita Xirgu, exposición en el Teatro Español, mayo de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...
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