Nunca había oído hablar del 'coach' y, aún así, estoy inmerso desde hace dos días en una sesión especialmente dispuesta para convertirme en 'coaching', es decir, entrenador de decisiones, acelerador de partículas que bogan en un mar de dudas, que han de saltar y no se atreven. Yo, presunto futuro 'profesor', he recibido hoy un duro golpe: el de la verdad. El entrenamiento ha incluido el recibir en mí mismo una sesión de 'coach': análisis del problema expuesto, objetivos, decisiones, consecuencias... A corazón abierto, a cerebro partido, ha resultado trágico.
Escuchar la realidad de uno mismo por boca de otro -experto, pero otro-, es una experiencia peligrosa para quien, como yo, ha puesto un alto parapeto ante los anhelos arriesgados. Dramática. Hubiera preferido un psicoanálisis. No me siento aliviado.
Pero la situación está ahí, más ahí que antes, más clara. Y las disfunciones también. Y los temores. Y la situación corrompida. Injusta. Deshonesta. Qué desazón escucharlo en boca de otro.
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