sábado, 14 de junio de 2008


Sucede en estos trances que la vida es un paraje en el que perdurar es difícil, puesto que los cuerpos nunca se doblegan tras el zarpazo inesperado. Y la Lógica entonces se ausenta de las estancias tan invisible como Plutón, cuando se adorna con el casco de las Cíclopes. Tan desmedida como Perséfone, encadenada en los infiernos por sustentar la jugosidad de sus labios con una granada, quebrantando el ayuno. Tan grotesca como Caronte, al cruzar las almas a través de los pantanos del Aqueronte, exigiendo su óbolo. Tan alada como Tanato, hermano del Sueño, hijo de la Noche, genio de la Muerte. Tan turbada como las Erinias, velando la incertidumbre de los mortales, distanciándose de los dioses con látigos y antorchas, domeñando las tinieblas del Érebo. Tan gélida como las aguas del río Cocito, donde fluyen los lamentos. Tan desmesurada como los Alóadas, cuyos sentidos atormentan lechuzas y serpientes, en castigo de los dioses. Tan fatal como el Éstige, cuyo cauce moldea las entrañas de la Tierra, convertido en brazo del Océano. Tan desoladora como Fames, unida a la Pobreza en el vestíbulo de los infiernos, incitando a la destrucción de nuestros cuerpos. Tan abrasada como el Flagetonte, cuyos rápidos calcinan nuestras ansias. Tan quebrantada como Leuce, eternizada como álamo blanco tras morir en el Tártaro, donde todavía hoy se brinda a Heracles desde los Campos Elíseos. Tan en carne viva como Cerbero, que embarga nuestra libertad y amedrenta los sueños.

Sucede que la Lógica detenta el intelecto y que el minotauro asalta la armonía de los juicios. Todo o tal vez completamente todo -entendedlo- ha de cambiar en el curso de los días. Nada o tal vez completamente nada -suponedlo- enmendará el futuro si el desacierto persiste; si los que pueden, no quieren.

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