Un año más. Ahora ya tengo la certeza de que no voy a atender debidamente a este blog. Ni mañana ni el próximo año. Ha dejado de tener sentido, como muchas de las personas que me animaron a crearlo.
También desde hace ya varios meses dejaron de ser prácticos mis artículos semanales en un diario local de Mérida. Y decidí no escribirlos, aunque acaso regrese, cómo saber cuándo.
Me despedí con un comentario titulado Al cabo, nada os debo (verso de Machado y, además, título de un libro mío). Con la reproducción parcial de aquel artículo también voy a decir adiós a este blog:
"El 16 de abril de 2007 dediqué mi primer artículo en este periódico a los hombres y mujeres del pepé que juraron [en vano, por supuesto] haberse enterado entonces de unas ‘escandalosas’ fotos de Montoya publicadas seis años antes. “Las cosas pasan; las intenciones, no”, escribí, acaso como lejana referencia a un verso de Álex Susana [“No pasa el tiempo, pasan las cosas”] que acostumbro a recordar en mis textos. Puestos a rememorar a aquellos personajes que constituyen mi pléyade y son mis tótem, en aquel artículo mencioné también a Orson Welles y su frase más lapidaria: “Muchas personas son lo bastante educadas como para no hablar con la boca llena, pero no les preocupa hacerlo con la cabeza vacía”. Aunque pronunciada por Welles hace cerca de 60 años, estaremos de acuerdo en que mantiene su vigencia, hoy incluso más que entonces.
Hace ahora una semana que publiqué el artículo número 125, el último semanal si no tenemos en cuenta a éste, en que recapitulo. Y dejé escrito: “Sé que los pueblos que conforman la actual sociedad se han habituado a silenciar las injusticias, a rendir pleitesía y a ofrecer un moderno derecho de pernada a los que ostentan el poder y detentan gobiernos sin nobleza”. Tres años y un pico. Un levísimo soplo de viento en las estepas de la Historia. Tanto y tan poco a la vez. Por eso todo o casi todo sigue igual. Salvo yo mismo en esta madrugada sin motivo en que escribo, en la oscuridad de esta noche en que descubro mi desgana y decido convertirme en un Guadiana literario, es decir, en desaparecer y aparecer únicamente cuando tenga algo que discurrir y ganas para contároslo.
Ahora todo queda consumado en la alta y serena noche. Al cabo, nada os debo."